Cuando trabajo en un artículo, a veces necesito encontrar a una persona específica: alguien que tenga cáncer, alguien que haya cambiado de banco hace poco o alguien que tenga una camioneta Chevrolet y un sedán Toyota.
En momentos como estos, suelo llamar a mi hermano Keith, un empleado de telecomunicaciones que trabaja en Kansas. Generalmente conoce justo a alguien que se adapta al perfil que necesito.
Sus contactos son tan diversos en gran parte porque está "desconectado". A sus 52 años, nunca ha enviado un email, navegado por Internet o comprado nada en línea. Sin BlackBerry que lo distraiga en la cola del supermercado, es proclive a hacer uno o dos amigos antes de pagar. Al no recurrir a Internet en busca de instrucciones para su proyecto más reciente —cómo asar salchichas, construir una valla para el jardín o instalar una estufa de madera— busca la ayuda y los consejos de amigos y vecinos.
"Me gusta hablar con la gente", dice Keith. "No entiendo esta moda de hoy en día de personas que, pese a estar en el mismo cuarto, se envían emails en vez de hablar".
Mi hermano siempre se ha considerado un hombre chapado a la antigua y la expansión de Internet está haciendo que lo sea aún más. Como nunca ha usado una computadora, mi hermano pertenece a una de las minorías que están desapareciendo cada vez más rápido en Estados Unidos. Entre 2000 y 2005, la proporción de usuarios de Internet subió de un poco más de 50% a 59% de los estadounidenses, según el Proyecto Pew Internet. Sin embargo, en la segunda parte de la década, ese crecimiento se disparó a casi 80%. A ese paso, los estadounidenses desconectados se convertirán en una especie en peligro de extinción en los próximos diez años.
Según los expertos del mundo académico, el gobierno y la industria, eso es bueno. En torno a US$7.200 millones del estímulo aprobado por el gobierno a mediados de 2009 estaban destinados a aumentar el número de usuarios de Internet mediante una ampliación del acceso a conexiones de banda ancha. Investigaciones publicadas, algunas de ellas independientes, muestran que el uso de Internet incrementa la actividad social.
Sin embargo, trasladar el enfoque de la vida social a Internet también podría hacerla menos diversa, ya que en la red la gente tiende a buscar intereses, amigos y experiencias en común. Tampoco queda claro si el contacto en línea se produce a expensas de interacciones en el mundo real.
En realidad, poco se sabe del estadounidense desconectado: se supone que vive en una zona rural, que es pobre y posiblemente un ferviente opositor de Internet.
Ahora, sin embargo, la agencia encargada de repartir esos US$7.200 millones de estímulo para Internet, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), ha llevado a cabo una investigación y halló que incluso muchos de los estadounidenses que tienen acceso a Internet lo evitan.
"Muchos no le ven el sentido", dice John Horrigan, director de investigación del consumidor del Grupo de Trabajo de Banda Ancha Nacional de la FCC.
Sin embargo, muchos acaban sucumbiendo. Ahora que Thomas Wilkinson III, de 59 años, salió elegido como representante de su sindicato de tramoyistas, sospecha que tendrá que ceder y abrir su primera cuenta de email.
Por Kevin Helliker. Wall Street Journal.
lunes, 4 de enero de 2010
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1 comentario:
Interesante artículo.
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